viernes, 26 de diciembre de 2008

La casa tomada y Quino


Iluminada por el blanco de las paredes encaladas, hacía un esfuerzo por imaginarme en algún lugar diferente y me aliviaba pensarme flotando en el espacio, rodeada de estrellas, en cómoda posición fetal.
Sentirme flotando, dulce sensación, tal vez, de volver al vientre de la madre.
La esperanza de no haber nacido todavía.
La posibilidad de comenzar todo de nuevo.
Sentía mi cuerpo debilitado, aplanado, pegado, consustanciado con la cama.
En realidad, sólo me quedaba aliento para sostener algún libro liviano de pequeño formato.
Leí muchos libros en ese entonces…
Sábato, Cortazar, García Marquez y tantos otros me acompañaron en esos momentos de indefinición, de tiempo suspendido en un largo presente de futuros desconocidos, improbables y oscuros.
De todos los escritores que me acompañaban en ese letargo estival sólo uno me daba recreo y me dibujaba la sonrisa en la cara, ese era Quino con Mafalda y sus amigos.
Desde entonces, Joaquín Salvador Lavado, Quino, fue mi ángel de la guarda.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Villa Luigia

El mismo recorrido de cuatro cuadras aspirando el aire puro de la mañana, el olor de los pinos en verano y el de los paraísos florecidos en primavera, abriendo bien los ojos recién despertados, para admirar los árboles antiguos y los nuevos entremezclándose en los jardines y en las veredas. Lo hago día tras día durante casi cincuenta años…
Y el cielo…Tantos cielos diferentes en cada mañana.

Comienzo el camino saludando la panza del palo borracho hasta que un día, de tanto resistir las heladas y crecer y crecer contra la lógica del clima del lugar, su tamaño asusta a los dueños y va a parar a la basura. Entonces queda un cruel espectáculo de ramas destrozadas, de entrañas corchosas desparramadas por la calle entre los charcos sanguinolentos de las flores rojas caídas del ceibo vecino.

Me queda la felicidad de pasar por el frente del castillo, con sus dos torres que parecen salidas de un juego de ajedrez gigante y las paredes de color ladrillo que contrastan sus anaranjados terrosos con el verde de las palmeras y de los siempreverdes del cerco.
Pero lo más fabuloso es ver los helechos colgantes, enraizados en las alturas, en los troncos de las palmeras formando cabelleras verdiclaras llenas de pájaros inquietos.
El castillo parece estar siempre abandonado aunque haya alguien habitándolo. El casero pone límites, de vez en cuando, a la vegetación indomable que crece tranquila sin que la molesten. Cada día, cada vez que paso , siento la necesidad imperiosa de rescatarlo de las ruinas en que se está convirtiendo.

Tuve la suerte, esas casualidades, de visitarlo varias veces. El mobiliario que se conservaba en su interior era sorprendente. Grandes roperos con espejos de casi tres metros de altura. Los marcos tallados de los bargueños y de los sillones que también eran altísimos, donde se representaban guirnaldas de elementos vegetales coronadas por murciélagos que provistos de un realismo impresionante, parecían salir de la madera oscura…De todo esto dicen que solo ha quedado un espejo.
Nunca pude conocer la terraza ya que las escaleras estaban y están destruidas.
¡Qué fiestas se habrán realizado!
¿Cuántos habrán bailado sobre los pisos de listones largos?
Y la fuente en el centro del jardín formando una rotonda de caminos... ¡Qué hermosa pudo haber sido con sus chorros de agua! Y con su escultura coronándola.

Alguien lo habita. Alguien lo quiere usar como salón de fiestas, alguien como boliche bailable. Pero ocurren desgraciados incidentes y siempre vuelve a quedar abandonado.

Algún día me enteraré, estoy segura, de cuáles son los fantasmas que rondan, niños regordetes de ojos azules y pelos rubios encrespados, que me saludan, cuando paso, desde las torres.


Villa Luigia, lleva este nombre por Luigia Olcese. Dicen que un arquitecto italiano trazó un borrador de los planos y así sus primeros dueños la construyeron. Al pasar un largo tiempo llegaron los planos finales de la Toscana, Italia, donde la villa había sido diseñada de un tamaño considerablemente mayor que la obra realizada, por lo que las escaleras quedaron fuera de la casa en sí. Faltan partes de su piso de madera, ya que fueron levantados para hacer las camas de la Casa de los Canillitas, construida en la manzana posterior, en terrenos que pertenecieron a esta Villa y financiada por Dora Olcese. Cuando paso este cuento, hay un grupo de un partido político que intenta alquilarla para poner un Centro Cultural o algo así y un café. Además dicen que acudirán a Arquitectura de la Provincia para que ayuden a restaurarlo.
¿Será?