miércoles, 14 de enero de 2009

Robando anécdotas



A las orillas del lago, bajo los viejos pinos, mi amiga Tita, a los 86 años, con el rostro relajado por la juventud retenida, cuenta su anecdotario con total desparpajo.
Jubilada de la docencia, maestra rural por siempre destinada al medio de la nada, en la alta montaña cordobesa o en los sitios marginales más inverosímiles, viajera del mundo, aventurera empedernida, se regocija narrando pequeñas historias que pintan al pueblo cordobés con su mejor característica: la picardía inteligente en la actitud y en el lenguaje.

Ésta es una de ésas:

Un día, iba en ómnibus a visitar unas amigas. El asiento contiguo vacío, para mi absoluta comodidad.
En la mitad del trayecto, que era bastante largo, subió un individuo mal vestido, muy sucio y extremadamente borracho.
Temí que justo me fuera a tocar de compañero de viaje y lo seguí atentamente con la mirada para determinar hacia dónde se dirigiría.
El sujeto me clavó los ojos, como en una devolución de miradas, se acercó tambaleante y luego de pararse con dificultad al lado del asiento vacío y de respirar profundamente, me dirigió un galante: “no vai a tener suerte” y … siguió de largo.