martes, 28 de abril de 2009

Arte escondido


Lo llevaba encerrado en su mano izquierda, porque sabía que si lo dejaba suelto se le iba a estampar sobre la frente como una etiqueta.
A veces abría un poco los dedos y su brillo escapaba brevemente.
El era pequeño y tímido, y no podía  andar mostrando ni los alborozos, ni las cicatrices, ni las heridas del alma como todos los artistas lo hacían.
Sin embargo, estaba llegando el momento: lo presentía.
Estaba cerca... Ese día... cuando iba a andar con el rótulo de artista por los callejones de la existencia, impreso en el rostro como una marca de fuego incandescente.
Dea Bea