domingo, 17 de marzo de 2013

Paisajes urbanos





Esta mañana veo toda esa gente con cara triste y de circunstancias en la vereda de una familia conocida. Me pregunto: ¿Y ahora de quién es el velorio?
Pero no ha muerto nadie: es la cola del Rapipago.

jueves, 14 de marzo de 2013

Excesos I




¿Cómo puede funcionar una ciudad con exceso de vehículos?
 Funciona pero...¿ a costa de qué? Existen diferentes grados de exceso de vehículos. A Córdoba – de Argentina -le llegó la hora del atascadero continuo.

Fanática del andador, del triciclo y del autito a pedal  cuando niña, me sigue gustando manejar, lo que sea, un auto, una bicicleta, y cualquier otro vehículo si hace falta.
Pero  en estas circunstancias de exceso numérico de automotores, el conducir se vuelve  poco grato.

Dentro de este caos polimorfo que es el tránsito, nos encontramos con actitudes peligrosas.
La gente se altera más y puede suceder cualquier cosa ante una maniobra incorrecta.
Vemos cada día unos cuantos motociclistas en el suelo… esto ya es un  accidente cotidiano.
Algunas reglas del tránsito son ignoradas, como las que atañen a las rotondas y allí es un sálvese quien pueda.

Vemos gente sin casco en moto o en bicicleta, claro que tal vez en menor número que hace unos años. Van muy tranquilos en medio de la espesura del tránsito que por estos lados es un poco desordenado. Es muy común estacionar donde está prohibido-claro si ya no hay dónde estacionar-y los trámites hay que hacerlos.

Mala costumbre la de  abrir las puertas del auto sin fijarse, subir y bajar del mismo sin precaución y atravesar la calle por cualquier lado, en vez de usar las esquinas. No parar donde dice PARE y confiar ciegamente que el otro va a dejarte pasar, son algunos problemillas diarios.

¡Qué actitud esta de confiarse en la habilidad de los demás para esquivarte!
Hace unos diez años comenzó una campaña de educación vial muy importante dirigida por un entusiasta abogado especialista en accidentes de tránsito, y creo que a partir de esto han mejorado un poco las cosas, pero nadie puede controlar lo que sucede ante la cantidad excesiva de vehículos. No alcanzan las rutas, la intensidad de las horas pico se ha extendido a casi todo el día, no alcanzan las playas de estacionamiento, no alcanza el combustible.

Claro, tenemos el sistema de transporte público tan deficiente que aunque se estén haciendo cambios , la costumbre, el hábito y la confianza en lo público están muy distantes.

Tampoco tenemos una red eficiente de trenes, por temas de políticas de transporte ya conocidas. ¡Y podrían considerarse dichosos los que tienen trenes subterráneos! En este país, solo Buenos Aires.

Definitivamente, la invención del automóvil  se ha convertido en una pesadilla: hacinamiento, contaminación, gasto exorbitante en combustible, seguro, mantenimiento, cochera, etc.

¡Qué razón tenía mi tío, allá por la década de los ’70 cuando no quería comprarse un auto! Me queda mejor el taxi -decía- tengo menos gastos y encima chofer. Pero igual que todos terminó sucumbiendo al encanto de tener el propio.-