domingo, 5 de mayo de 2013

Escribir y leer...


Querid@ Amig@:
Como siempre, escribiendo desde los sitios en que se espera: al dentista, al médico, a los análisis, al mecánico del auto, a la amiga que cae tarde a la cita en el bar – eso por suerte no pasa con vos…
Es bueno aprovechar esos tiempos indefinidos para hacer algo con una finalidad concreta, algo que me encanta: jugar con las palabras para comunicar cosas de la vida.
Hoy me contabas con verdadera preocupación de las dificultades de tu nieto para aprender a leer, por eso empecé a recordar  cómo aprendí a leer y  cuáles fueron algunos de mis trayectos lectores, porque de todos no me acuerdo.

 Comencé a leer antes de leer.
Primero las imágenes de unas historietas: el Patoruzú que según parece era el personaje preferido de mi padre; luego fueron las del Billiken.
A los cinco años, el enorme cartel de publicidad de Coca Cola que veía desde el tren, me hizo comprender el secreto de la lectura.
Entonces, dado mi enorme interés, mi madre que era maestra de alma- como todas las primeras Maestras Normales Nacionales - me puso a mano el libro Upa donde las cosas se me facilitaron  y buena o mala suerte, ya sabía leer lo suficiente como para aburrirme durante todo el Primer Grado.
De ahí a la Colección Robin Hood no pasó mucho tiempo. Mis  padres eran adictos a la lectura y al cine, y yo salí igual.
No puedo olvidar, amig@, las historias que contenía esa colección de tapas amarillas , leídas por mí una y mil veces.
Alicia en el País de las Maravillas ,Cuentos de la Alhambra, Mujercitas, Jack y Hill, Hombrecitos, Ocho Primos, Corazón, Las aventuras del Príncipe Valiente, Robinson Crusoe, Bomba de la Selva, y tantos otros
Ya en mis once años me fascinaban los libros de aventuras, de mitología, de piratas, de caballeros medievales-estaba enamorada del Príncipe Valiente, y de otros héroes que andaban por la vida ostentando su nobleza. Las historietas  tenían su lugar importante en esa edad: Superman, Batman, Flash Gordon - ah, qué antigüedad - El Zorro, Archie, Los Supersónicos, la Pequeña Lulú, eran un verdadero recreo.
La verdad es que la lectura se me fue haciendo una manía a través del tiempo.
Los libros estaban ahí,  tentadores…Dentro encerraban toda la sabiduría, todas las cosas que quería saber y los lugares que ansiaba conocer, todo podía entrar en mi mente sin moverme de la reposera bajo los pinos, o de mi cama en las madrugadas.
Esta curiosidad hizo que durante mi temprana adolescencia atacara cierta habitación-biblioteca que había en casa de mis abuelos, en la Gran Capital.
Algunos veranos iba sola a pasar  allí mis vacaciones. Quién podía tener ganas de hacer algo con ese clima húmedo y sofocante, mientras mi abuela temía las consecuencias de esta manía literaria.
Mi abuela Conce  era una italiana que podía contra todo, pero no podía contra mis horas de lectura. Creía que me iba a enfermar si seguía leyendo a ese ritmo y entonces, para sacarme del encierro, me invitaba insistentemente a dar una vuelta por la plaza, “a tomar aire”.
En esas vacaciones fue que empecé a disfrutar de la poesía: Shakespeare, Adolfo Becker, Cervantes y su Quijote, y seguí con las aventuras de Salgari, el terror de Edgar Allan Poe, algunos Best Sellers y  la lectura fácil de las revistas “digeridas” del Selecciones. Bueno amig@, me da un poco de vergüenza mencionarte este tipo de literatura…pero fue así.
También me fascinaban todos los relatos y novelas que se habían originado durante la Segunda Guerra Mundial.
Llegando a los dieciocho y con la universidad, irrumpieron Borges, Cortazar, Sábato, Arlt, Kalil Gibran, Rabindranath Tagore, Gabro García Márquez y  muchos autores latinoamericanos, norteamericanos y algunos  ingleses de moda.

Hubo libros que me dejaron impresionada,como Rayuela o Cuentos de Cronopios y de Famas, porque me abrían la puerta a otras dimensiones de la escritura.
Obra abierta de Umberto Eco fue un texto  importante para mí. Luego leí muchos otros de él.
Ahora comenzaba la obligación de leer sobre arte, filosofía, sociología, etc. y luego seguiría por mucho tiempo la obligación de leer sobre educación y política.
Las novelas sobre las intrigas de la Guerra Fría y el espionaje también me atraían bastante. Ni que hablar de  la literatura de ciencia-ficción: era un placer para mis ansias de futuro.
Allá por los setenta… ¿Te acordás? Nuestra diversión era leer Mafalda, fanáticas de Quino y también del Eternauta de Oesterheld y Solano Lopez más Breccia que anduvo por ahí luego. ¿No te parece que el guión de El  Eternauta tiene a la vez una  atemporalidad y una actualidad asombrosas?
Cuando me casé tuve otra biblioteca a mano: la de mi suegro. Otro festín donde se podía encontrar de todo.
Para mí, una biblioteca es una especie de lugar encantado donde la respiración se nos detiene cuando  leemos los títulos de los libros- como te habrás dado cuenta.
Es un templo donde todo el respeto que se tenga hacia los autores, hacia los ilustradores, hacia todos los que hacen el libro, nunca es suficiente.

En mis largos años de docencia absoluta apenas me quedaba tiempo para leer algún best seller  worst seller en el verano.
De educación y de política  estaba saturada cuando me jubilé.
Ahora me interesan los libros donde los escritores hablan de sus vidas o donde se describen culturas diversas y soy exigente con lo que me propongo leer.

He leído siempre hasta el final lo que ha caído en mis manos, salvo un libro que no pude terminar, que fue una lucha entre el autor, su aburrimiento expreso, su nada  y mi aburrimiento. Pero no te voy a decir cuál es…
Ahora tengo llenos los estantes de literatura cordobesa y americana, tal vez algún autor del hemisferio norte. Pero tampoco tengo mucho tiempo. La verdad que me quedo con las ganas. Vos sabés de las complicaciones  que tiene la vida cuando la familia es grande y más que familia es una tribu.
Leer todo lo nuevo que tengo sin leer me está pareciendo una tarea inalcanzable, sobre todo porque ahora tengo al alcance el mundo virtual que me ha atrapado con fuerza.
Y porque es tiempo de la producción propia. Por supuesto.
Nos vemos pronto y seguimos con el tema - si te gusta - con un café de por medio.
Un beso, querid@ amig@.
Bea