Por estos lados, somos muy aficionados a criticar y escandalizarnos por las costumbres de las
culturas que no conocemos, o de los ambientes de la sociedad donde no nos
movemos.
Es fácil reconocer que la sociedad humana está conformada por ambientes paralelos que son diversos y que poseen campos de entrecruzamiento donde, en algún
momento, se comparten acciones, sitios, objetos.
Pero es bastante difícil que los miembros de un ambiente social humano comprendan a fondo el origen y la justificación de las costumbres de los otros círculos, ni
aún compartiendo territorios aledaños.
Esta ignorancia sobre las costumbres tradicionales y emergentes- sobre las redes de patrones y significados- que provoca incomprensiones de diversas clases, puede ser uno de los caminos hacia la intolerancia.
Voy a dar un ejemplo muy sencillo y superfluo:
Recuerdo haber visto cómo una de mis tías abuelas, de origen catalán,
daba a sus hijos pan con aceite de oliva y sal o tal vez azúcar, para merendar. En un país tan ganadero
como era el nuestro hace unos 60 años, ver esto era como presenciar una escena
de pobreza…quién no tenía una manteca en su casa y un poco de dulce para
merendar. Yo había quedado muy impresionada y no lo pude olvidar nunca .
Ahora, relacionando el tema con ciertas comidas europeas que tenían
como base el aceite de oliva y que al emigrar a nuestro país reemplazaran este
elemento por crema o manteca, como sucedió con la famosa bagna cauda, y conociendo el
valor nutricional y anticolesterol del aceite de oliva, no puedo menos que
reconocer mi total ignorancia y prejuicio al respecto .
Entonces, y a partir de este sencillo ejemplo, entre tantos
otros que se dan diariamente, pienso cuántos conceptos, ideas, costumbres, se
pueden prejuzgar y criticar por falta de conocimiento, por una burda ignorancia de otras culturas y de la forma de adaptación a la vida, de otros círculos sociales.
Por eso, no olvidemos la cautela cuando se nos ocurra hablar de las costumbres de quiénes en algunas cuestiones son diferentes a nosotros.