viernes, 17 de abril de 2015

EN DEFENSA PROPIA





No sabía para qué lo había puesto en el  lapicero, hasta esa noche.
Ya casi no llegaban cartas a los hogares, sólo alguna que otra cuenta que a pesar de ser enviada por la red, era  también llevada por el  cartero
Pero igual había conservado el abrecartas. Una espadita  afilada de plata, con cruces de nácar incrustadas en el mango, que había pertenecido,  tiempo atrás,   a su  querido padre.
No sabía para qué…hasta esa noche  en que estaba escribiendo  como siempre,  cuando  se le apareció el uñudo, al pie de la ventana y envuelto en una capa de niebla.


Uñudo: diablo


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